CIUDAD BICICLETERA
16 de julio de 2020. El exilio había terminado y regresaba, después de más de 20 años, a la ciudad.
Muchas cosa habían cambiado, obviamente. Podía reconocer pequeños edificios entre nuevas torres, rasgos de un rostro que había envejecido pero que también había sufrido cientos, miles, de operaciones plásticas para mantenerlo joven.
El trabajo por el que tuve la oportunidad de volver me permitió moverme en zonas que no eran mis antiguos rumbos. Trabajar en el piso 27, en un edificio diseñado por uno de mis grandes ídolos, con ventanales de piso a techo donde se veía la principal avenida de la ciudad a nuestros pies era algo que meses antes no hubiera imaginado.
Pero tal vez el mayor impacto no fue la ciudad y sus edificios, sino la forma de moverme en ella. Ciudad de México se había convertido en un pueblo bicicletero. Una infraestructura que permite la movilidad en dos ruedas y que crece día a día, como también crece la conciencia urbana de la convivencia entre peatón, bicicleta y auto, es el mejor signo de que la ciudad ha madurado.
El día de hoy el entrenamiento marcaba bicicleta como día de descanso activo. Cosas que hacer en el centro de la ciudad fueron el mejor pretexto para matar dos pájaros de un tiro. El recorrido por Insurgentes, Reforma y las calles del centro histórico, hace sentir que uno es turista en su ciudad. Espero que todos los días de entrenamiento tengan el mismo sabor de una combinación de ejercicio, movilidad y turismo urbano que tuve hoy.
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